sábado, 2 de abril de 2011
Teresa meana, Sexismo en el lenguaje
Sexismo en el lenguaje: apuntes básicos Por Teresa Meana Suárez 20 de noviembre de 2006 No son necesarias las @ para incluir a las mujeres. Hay soluciones más creativas para transformar la lengua. Y cuando transformemos el lenguaje transformaremos la realidad. Parece que fue ayer por lo claro que lo recuerdo pero hace casi treinta años. Sería aproximadamente 1973 y estábamos en una asamblea en la Facultad de Filosofía, en Oviedo. Había mucha gente y mucho alboroto y alguien -un hombre, claro- gritó: ¿Esto es una asamblea o qué cojones es? Otro -un fascista, claro- advirtió: ¡Cuidado con las palabras, que hay señoritas presentes! Fue exactamente así y, por supuesto, la advertencia del fascista se acogió con un cierto regocijo general. Como en aquellos tiempos de fuerte lucha contra la dictadura de Franco las asambleas tenían turnos de palabras interminables, pasó un largo rato de intervenciones diversas. Al fin, se levantó Begoña -una amiga feminista- y habló: Yo sólo quiero decir una cosa: ¡Cojones! A mí, feminista desde que puedo recordar, aquello me encantó. Sentí que Begoña acababa de devolvernos a todas la voz, la existencia. Éramos de nuevo personas -como ellos- y no “señoritas” y teníamos derecho a la palabra. A todas las palabras. En la lucha por existir, si queríamos ser reconocidas y nombradas en “su” mundo, teníamos que usar “su” lenguaje. Begoña lo acababa de afirmar en voz alta: la lengua también era nuestra. Cuento esta anécdota para intentar explicar el apasionante proceso, el camino recorrido en estos más de veinticinco años de actuación del movimiento feminista en el tema del sexismo en el lenguaje. Un trayecto en el que supimos que tomar sólo la parte de la lengua que se nos adjudicaba equivalía a aceptar el silencio. En el que también aprendimos, como señala Christiane Olivier, que si utilizamos el lenguaje considerado “universal”, que es el masculino, hablamos contra nosotras mismas. SILENCIADAS, DESPRECIADAS En la lucha por esa lengua que nos representara a las mujeres y que enfrentara el sexismo lingüístico, hemos pasado por diferentes etapas. Al principio tratamos tan sólo de detectar el sexismo. Nunca antes lo habíamos notado y en absoluto éramos conscientes de cómo la lengua nos discriminaba. Empezaron a surgir los estudios y los trabajos sobre el tema. Concretamos el sexismo en dos efectos fundamentales: el silencio y el desprecio. Por un lado, el ocultamiento de las mujeres, nuestro silencio, nuestra no existencia. Estábamos escondidas tras los falsos genéricos: ese masculino que, habíamos aprendido en la escuela, “abarca los dos géneros”. Y también estábamos ocultas tras el salto semántico. Debemos a Álvaro García Meseguer la definición de ese error lingüístico debido al sexismo: ése expresado en aquello de todo el pueblo bajó hacia el río a recibirlos, quedándose en la aldea sólo las mujeres y los niños. Así pues, ¿quién bajó, sólo los varones? Por otro lado estaba el desprecio, el odio hacia las mujeres. Se manifestaba en los duales aparentes (zorro/zorra, gobernante/gobernanta, verdulero/verdulera, frío/fría, etc.), en los vacíos léxicos (víbora, arpía, etc. O caballerosidad, mujeriego, etc.), en los adjetivos, los adverbios, los refranes y frases hechas, etcétera., etc., etc. leer más pincha este enlace: http://www.nodo50.org/mujeresred/spip.php?article832
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